domingo, 13 de noviembre de 2011

Seis años. Un año.

Cómo es el destino, o las casualidades de la vida, o lo que cada uno quiera creer. Cómo es que hace coincidir en dos días seguidos dos recuerdos tan especiales y tan diferentes.

Ayer hizo seis años que conocí a mi niño. Seis años que han pasado volando. En los que han pasado un millón de cosas, o más. En los que hemos sentido intensamente, cada uno a su manera, en los que hemos reído, llorado, discutido, planeado, vivido, disfrutado, hablado y soñado. Seis años inolvidables en cualquier caso. De estar juntos, de no vernos, de compartirle, de engañarlas, de confiar el uno en el otro, de no poder separarnos definitivamente. De ir a buscarle o de que me busque él. Seis años que a pesar de todo no cambio. Seis años, y de alguna manera, como sea, a contracorriente, con distintos sentimientos, esté bien o mal, pero que seguimos juntos.

Y hoy hace un año. Un año que fui al hospital a estar junto a la cama de mi padre después de haberme despedido el día anterior. Después de que me diera un beso y me apretara la mano, consciente creo, de que era la última vez que nos veíamos. Después que le pusieran la inyección para sedarle y esperar que dejara de respirar.
No tardó mucho, ni 24 horas.
Siempre me ha dado terror la muerte, nunca he querido ver a nadie de mi familia una vez que se habían muerto, no iba ni a los entierros porque el cementerio me producía una ansiedad que no podía soportar, era enfermizo.

Y me tocó estar a mí sola cuando él murió. Mientras mi tía y mi hermana habían ido a tomar un café. Mientras mi madre volvía de ducharse después de pasar la noche en el hospital. Ahí estaba yo, sentada junto a la cama cogiéndole la mano, aunque no se enterara. O por si se enteraba. Escuchando una respiración, por llamarlo de alguna manera, que cada vez era más débil, o más fuerte, como ronquidos, que paraba y volvía a oírse. Y paró, y pensé que volvería como otras veces, y entró la enfermera para arreglar la cama y me hizo salir. Y entonces me dijo que ya había fallecido, y yo casi ni me enteré.
Sin embargo me alegro de haber estado allí, de haber sido yo la que estuviera cogiéndole la mano y en su último momento. De que fuera su favorita, como decía todo el mundo, la que estuviera a su lado. Aunque no se enterara. O por si se enteraba.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Frustración

Es muy deprimente proponer planes y que siempre te digan que no. Vale que no tengo mucha a gente a quien proponérselo pero qué más da si la respuesta es siempre igual.

Da lo mismo que a C le diga de ir a comer, que me acompañe a hacer algo, que vayamos a alguna parte. No. Incluso le dije que le acompañaría este finde a Zaragoza porque tiene una reunión bastante chunga por un tema y luego me dijo que iría K con ella. Nunca va, y justo ese finde se apunta, se debió enterar que quería ir yo y lo hace por joder, porque si fuera por acompañarla cualquier finde se apuntaría, y aún no ha ido ninguno más que de paso cuando fueron a Galicia.
Llamadme mal pensada, pero como dice el refrán piensa mal y acertarás. Y como decía mi padre, regla nº 1, conocer al personal.

A veces puedo quedar con ella, muy pocas, aunque ya dije que pasaba de ir detrás, y realmente no lo hago, solo que lógicamente a veces me apetece que me acompañé a mirar ropa, o a hacer algun recado. Ya no digo de ir al cine o de viaje, porque desde luego eso nada.
Sigo sin entender por qué no puede pasar una tarde conmigo, unas horas, saliendo de ella. Tiene todo el resto del tiempo para estar con su novia, que viven juntas hace tiempo ya. Y le da igual que yo me pase practicamente toda la semana sola. Cuando podía quedar con él vale, aún, pero ahora no nos vemos casi.
Cuando yo estaba con mi niño no la dejaba sola en sus momentos malos, o al menos intentaba no hacerlo, que habré metido la pata seguro, pero bueno. Y desde luego estoy segura que si fuera yo la que viviese con otra persona y ella se hubiera quedado sola guardaría una tarde al menos fija para estar con ella. Porque me apetecería, y porque no querría que estuviese tan colgada. Poco antes de marcharse dijimos que seguiríamos haciendo las mismas cosas, que nos veríamos y quedaríamos. Pero no os imagináis cómo ha cambiado todo.

Le he dicho a mi hermana si nos íbamos un finde a Londres porque me dijo cuando estuvo aquí que estaba muy agobiada y tenía ganas de irse sin niño para desconectar un poco. Me imaginaba que diría que no, y así ha sido. Porque a Londres quería ir con su marido. Vale, pero eso no quita que puedas ir también, total un finde no da para tanto. Además quería invitarla a ver El Fantasma de la Opera, que nos encanta, y le iba a dar una sorpresa.

Yo también tenía planeado ir con mi niño a Londres, pero al final no ha podido ser. Y justo con él que no puedo ir es quien me diría seguro que sí. Siempre dice ojalá cuando le digo en broma de ir a alguna parte, pero la realidad es que se irá con ella, y mira para irse, pero desde luego o mucho cambian las cosas o no será conmigo.

En fin, que está claro que este año o me hago una escapada yo sola, o sigo sin poder contar con nadie para largarme.
Podría decírselo a un amigo, pero a veces me siento tan aburrida y tan cansada de todo que me da hasta pereza pensarlo. Es como si con él no me lo fuese a pasar bien, y no sería así seguramente, pero no era con quien había planeado el finde.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Llega la Navidad...

A ver, que yo me entere. No estamos a día 5 de noviembre? No faltan todavía casi dos meses para Navidad?

Entonces por qué están ya todas las luces puestas por las calles, preparadas para encenderse un día de estos. Es que este año de crisis las encienden antes o qué?

Por qué unos vecinos de la casa de enfrente tienen ya un Papá Noel colgado de la pared y el árbol con las luces de colores parpadeando? Eso debe ser el espíritu navideño que a mí me falta.

Y eso que es lo único que me gusta de estas fiestas, las luces, los mercadillos, la música, el ambiente..
Pero odio todo lo demás. Odio tener que estar alegre porque sí, tener que comer como una cerda porque es Nochebuena o Navidad. Porque aunque todos los años digamos, este año cenamos menos, al final siempre acabas con tres kilos de más. Con suerte.

Odio tener que estar todos juntos porque sí. Si ni siquiera creo en Dios, qué estoy celebrando? Y no se te ocurra decir, paso de ir a cenar, porque cómo no vas a estar en Nochebuena? Por Dios!

Odio no tener planes para Fin de Año. Que él esté con ella como yo siempre he deseado y no he podido. Que C se quede con K y no vaya a estar con todos. Que si mi otro amigo se va como hace algún año me quedaré con los tres que me aburro más. Con los que nos hablamos lo justo porque se ha perdido el buen rollo hace tiempo, con el que casi ni me miró a la cara la última vez que fui a Zaragoza y le costó hablarme casi media hora desde que nos vimos. Tampoco le he hecho nada que yo sepa, pero juzgan sin saber y sin preguntar. No me apetece estar con ellos tres esa noche si no hay nadie más. Entonces qué me queda? Estarme en casa con la familia cuando hace años que no hago eso? Que me había podido escapar y al menos me divertía?

No sé cómo se ha enredado mi vida de esta manera para estar tan aburrida, tan colgada y acostarme un viernes a las once de la noche cuando yo soy de estar despierta hasta las tantas.

Qué ganas de que pasen estas malditas fiestas que odio. Y que pasen estos días que me aburren.

Qué ganas de viajar, de salir de aquí, de que al menos sea verano otra vez para disfrutar del calor, el sol, la playa...