jueves, 29 de julio de 2010

Vacaciones

Esta semana estoy de vacaciones, y desde luego no son ni las que deseaba ni las mejores.
No me quejo, ha venido mi hermana tres días, y ahora tengo dos para mí sola, para estar a mis anchas, pero le echo de menos.

Qué le voy a hacer, no lo tengo ni medio superado. Por mucho que lo intente, por mucho que salga y haga otras cosas, por mucho que intente entretenerme. No lo supero porque lo tengo metido en mi cabeza, en mi corazón, y no puedo sacarlo. Es imposible.

El lunes me fui a Peñíscola con mi hermana, le hacía ilusión y nos fuimos. Yo no había vuelto sin él porque sabía que iba a ser muy duro, que me traería muchísimos recuerdos, y lo peor es que sé que no voy a volver allí con él.

A cada paso que daba me venía un recuerdo a la cabeza, en cualquier momento pensaba que giraría la cabeza y él estaría allí. Que sería él quien estuviera en la mesa del restaurante esperando a que yo saliese del baño. Y no lo hacía a posta, simplemente me venía a la cabeza, era lo que sentía.
A lo largo del día me fui encontrando peor, más triste, aunque intenté no demostrarlo delante de mi hermana. Me dolía saber que no volvería con él, que él ya ha estado con ella allí, y que seguramente con ella sí que vuelva. Empecé a sentir un dolor en el pecho, algo que me apretaba y me ahogaba. No exagero, es la verdad.
Lloré en la ducha cuando estaba sola. Lloré en la cama en silencio, porque él no estaba, porque se estaba perdiendo una noche allí, porque no habíamos tomado nuestro cocktail juntos, porque no podía hacer el amor con él.

Ese dolor no se me pasó hasta que volví a casa al día siguiente. El martes estuve en otro pueblo, en el que estuvimos el último finde que nos escapamos hace nada. Aún oía la conversación que tuvimos en aquella terraza mientras comíamos chipirones y bebíamos cerveza con limón. Aún le oía decir que no se arrepentía de estar conmigo aunque sabía que se la jugaba, que no sabía cómo terminaría esto ni cuánto duraría.

Todo está reciente en mi cabeza, en mi piel, en mis oídos, en mis ojos, en mi alma. Aunque hayan pasado cuatro años de algunos recuerdos.

No estoy todo el día triste, pero tengo muchos bajones, mucha añoranza, y mucho dolor.

sábado, 24 de julio de 2010

Capítulo final

Hace una semana que no le veo, y solo es el principio. Me mata no saber cómo está, ni dónde, ni poder hablar con él.

Ahora que empezaba a salir un poco de esto, a disfrutar con las cosas que hacía y a asumir que esto tenía que terminar, que si el mes que viene ya se iba a vivir solo no podríamos vernos tanto, ni hablar tanto. Y si se iba con ella menos todavía. Pero sabía que estaría ahí, que en algún momento me llamaría, y yo a él, y nos contaríamos qué tal nos iba.

Y todo ha terminado de la peor manera posible. Sin vernos, sin hablarnos, sin saber siquiera su número de teléfono. Sufriendo los tres.

Hace un par de semanas estábamos en la playa como otras tardes. Estábamos bien, pero parece que todo se confabuló para que saliera mal.
Mientras se cambiaba de ropa para ir a jugar un rato a fútbol, vinieron unos chicos y pillaron el campo, con lo cual, como no nos gusta estar con gente, nos fuimos directos a la playa. Mientras íbamos a nuestro sitio hablábamos de si se iba a ir con ella o no a vivir. Yo le decía que tenía que centrarse de una vez, que no podía hacer las cosas como las quería hacer, que tenía que empezar a tomar decisiones y asumir sus obligaciones. Yo estaba un poco mal, y discutimos un poco, pero al final todo se arregló, nada importante. Yo le decía que me aterraba perderle, que me dolía saber que quería hacer su vida con otra, que me sentía perdida desde que se había ido.
Estuvimos un rato tomando el sol, y mirando los cangrejos que había en una roca, tranquilamente, solo comentando lo que hacían, cómo se escondían y como se quitaban el terreno unos a otros. Nos fuimos pronto.

Al llegar al coche vio que tenía dos llamadas perdidas de ella, y le extrañó. Yo le dije, no pasa nada, si sabía que venías a la playa y no te llevas el móvil.

Por la noche me llamó. Tenía la voz rota, estaba muy agobiado, solo me decía, no te imaginas lo que ha pasado Sally, no te lo imaginas, estoy fatal. Pensé que le había pasado algo a sus padres, me asusté. Resulta que ella había ido a buscarle, sin decirle nada, y se perdió por el bosque. Por eso le había llamado. Empezó a andar y nos vió mientras nos bañábamos o a saber cuándo.
Evidentemente la tía le montó un pollo terrible, y cortaron.

Si esos chicos no hubiesen llegado en ese momento al campo, nosotros habríamos estado jugando un rato, y quizá cuando ella llegó a la playa él todavía hubiese visto las llamadas y no habría pasado nada de esto.

El estaba fatal, decía que la culpa desde luego era solo suya, que ya sabía a lo que se arriesgaba con todo esto, y que no se arrepentía por mí, pero que no soportaba haberle hecho tanto daño a ella.
Supongo que era cuestión de tiempo. Es como cuando juegas con fuego, sabes que puedes quemarte, pero hasta que no te quemas, no te das cuenta de lo que puede llegar a pasar.

Me dijo que necesitaba unos días de estar solo, que necesitaba pensar, que se sentía un cabrón y que estaba destrozado.
Me dijo por mail que teníamos que hablar, que había tomado una decisión firme e irreversible.
Yo ya sabía que era no verme más. De hecho cuando me contó lo que había pasado hasta yo pensé en decirle pues hasta aquí hemos llegado. Pero no quería dejarle solo en ese mal momento.

Hablamos el sábado pasado, dijo que no podíamos seguir así, que no sabía qué pasaría con su vida ahora, pero que se había dado cuenta del daño que estaba haciendo a la gente que quería. Que no quería volver a mentir, que quería empezar lo que fuera pero bien. Y que teníamos que dejar de vernos porque si no no nos desengacharíamos nunca el uno del otro.

Fue muy triste. Otra vez. Otra despedida. Me da la sensación que últimamente estoy siempre despidiéndome de él. O estaba. Porque ahora la decisión está tomada y no nos vemos, ni nos hablamos. Se ha cambiado el número de móvil y no ha querido dármelo. Aunque yo le insistiera que no era para llamarle porque sí, si no en caso de que me pasase algo grave, porque al fin y al cabo no tengo a nadie aquí.

Dijo que no, que la cosa ahora con ella está muy mal, que puede que vuelvan, pero para eso ya no quiere mentir, y si ella ve mi nombre en un mensaje o cualquier cosa se pondrá loca otra vez, porque por supuesto, piensa que la culpa de todo la he tenido yo. Ahora soy para ella la zorra mayor del reino. Para mí lo es ella, así que estamos en paz.

Esta semana la he pasado fatal, porque me he sentido decepcionada y dolida. Porque al final, he perdido a la persona que más quería, que más quiero, porque no han cambiado mis sentimientos tan pronto. Una persona que vale la pena aunque mucha gente no lo crea. Alguien con quien tenía una relación muy especial, una conexión como no he tenido con casi nadie.

El sábado no podía dejar de llorar, sabía que esta vez era definitiva. Le pregunté si me echaría de menos, me dijo, Sally, voy a echar tantas cosas de menos que ni te lo imaginas, pero no puedo pensar en ello ahora o no seré capaz de hacer esto.
Volvío a repetirme que no me va a olvidar nunca, porque yo siempre he estado ahí, le he tratado genial, no como él a mí, y le he ayudado. Le he cambiado en muchas cosas, y he sacado tantas cosas buenas de él que le he hecho mejor persona. Que a no ser que tenga Alzheimer jamás me va a olvidar, y que quiere que sea feliz, que al final esto nos vendrá bien a los dos. Dijo que echará de menos muchas cosas, las cenas, hablar conmigo de cualquier tema, los viajes, miles de cosas. Y que no piense ni por un momento que no pensará en mí, porque lo hará, hay muchas cosas y muchos sitios que le recuerdan a mí, o a cosas que hemos hecho.
Cuando entró en el ascensor, oí cómo empezaba a llorar.

El jueves fue el último día que hablamos por un tema, y me volvió a decir lo mismo, y también que está fatal por todo el daño que me ha hecho, que tampoco es fácil para él renunciar a mí, pero como le había dicho muchas veces, tiene que elegir, y esta decisión estaba tomada desde hace tiempo, pero al final siempre nos veíamos. Así que ahora es tajante y radical. Hasta por lo menos dentro de un tiempo, el que sea, no se sabe, no nos llamaremos, ni nos veremos ni nada de nada.

Yo creo que ellos van a volver, aunque por lo poco que sé la cosa está difícil y muy tensa. Normal. Pero también sé que esto les dejará huella a los dos, y no será fácil, y al final saltará, por un lado o por otro. O porque ella no llegue a confiar nunca y se agobie cada dos por tres, o porque él se canse de que le aten tan corto y tenga que dar cuenta de todos sus movimientos.
Además, me ha contado cosas de ella que francamente, yo veo que algo de maldad tiene, pero bueno, qué voy a ver yo. El dice que por supuesto tiene muchas cosas buenas con ella también, que estaba muy ilusionado en vivir con ella, que apostaba por esta relación. Pero también hace tres semanas estuvieron a punto de cortar porque discutían mucho, y él estaba otra vez dudando de todo. Ahora parece que ya no se acuerda de eso, pero supongo que también es lo normal.

Así que al final, los tres hemos llorado, y sufrido. Yo he perdido a mi niño y todo lo que conllevaba. Y la que me he quedado sola, soy yo.